sábado, 13 de junio de 2009

SEGUNDA PARTE

SOLO LA MEMORIA Y EL RECUERDO DE NUESTROS ERRORES

NOS HARAN CRECER COMO NACION

“ LOS BOMBARDEOS EN LA PLAZA

Como habíamos anunciado en este mes se cumplen 54 años del hecho mas aberrante ocurrido en nuestra patria en tiempos de paz , el 16 de Junio de 1955 cuando una treintena de aviones de la Marina de guerra bombardearon la plaza de Mayo, produciendo la matanza mas gigantesca de compatriotas que se tenga memoria en un solo día, manchando con sangre la bandera de la Patria y produciendo el bautismo de fuego de la aviación de la Marina de Guerra, acribillando, matando y mutilando a civiles e inocentes ciudadanos y una gran cantidad de niños, que habían sido llevados a ver un festival .

Nada puede compararse por su magnitud, tal vez por lo gratuito e innecesario, podría verse una similitud con las voladuras a la AMIA y DAIA en donde murieron 85 y 29 personas respectivamente, pero si hablamos de cantidad de muertes, en el bombardeo se asesinaron según datos oficiales 364 compatriotas y extraoficiales mas de 600 y causaron mas de 3000 heridos.

Pero lo que me lleva a escribir estas líneas y traer a la memoria este hecho, al igual que el que recordábamos en la primera parte y que tituláramos los fusilamientos, no es el hecho cuantitativo de muertes, sino que es el olvido de la historia, como si las victimas debían ser ocultadas, como si tuvieran culpa de algo, como si lo ocurrido debía ser olvidado porque en este caso el fin justificaba los medios, y los que ellos consideraron “una acción psicológica”(así lo calificaron) se debía hacer siendo la orden “matar al tirano”.

De que estamos hablando, que clase de seres humanos pueden producir semejante monstruosidad en nombre de la libertad, de que clase de locura estamos hablando si estos asesinos se consideraron a si mismos héroes y tan solo tres meses después concretaron un golpe de estado, avasallando a las instituciones, y autotitulado ese acto faccioso como “revolución libertadora”.

No pretendo seguir escribiendo sobre lo que la historia y el pueblo Argentino ya juzgo, en este caso el golpe de estado, pero quiero compartir con ustedes, con los de mi generación, que nunca lo leímos en los libros de la historia y por sobre todo con los mas jóvenes, que ni siquiera saben que esto ocurrió, un fragmento del video “sinfonía de un sentimiento “ de Leonardo Favio y testimonios recogidos por el diario Clarín y la revista Viva, sobre dichos de protagonistas de ese día que pongo a la consideración del lector. Lamentablemente no tengo testimonio de victimas, porque la mayoría de lo que conseguí es palabra de los victimarios, aunque considero que el video es lo suficientemente impactante, como para que cada cual pueda sacar su propias conclusiones y a mi se me ocurre una frase, que para nada es original pero que al igual que en otro capitulo de nuestra historia sirve para sintetizar lo que nos queda por dentro, y la enseñanza que nos deja “NUNCA MAS”.

José María Giorgetti

Secretario General Adjunto

Asociación Bancaria Secc. Chivilcoy


Historia del peronismo 1955 - Bombas sobre Plaza de Mayo. El 16 de junio de 1955 realizan su bautismo de fuego la gloriosa Fuerza Aerea y la Aviacion de la Marina argentina: bombardean valientemente la Plaza de Mayo repleta de civiles, arrojando toneladas de bombas y luego huyen hacia el Uruguay. Dejan un saldo de mas de 300 muertos. (Fragmento de "Peron, sinfonia del sentimiento", de Leonardo Favio) Bajado de YouTube, del usuario Elortiba

Noticia aparecida en la Revista Viva del 2005

HISTORIA - Testimonios del bombardeo

El 16 de junio de 1955, aviones de la Marina bombardearon la Casa de Gobierno y sus alrededores. Hubo más de 300 muertos y cientos de heridos. A cincuenta años de aquel hecho, hablan los que tiraron bombas y los que estaban abajo. Marina Artusa.

"Nublado, probables lluvias ligeras", prometía el Servicio Meteorológico en los diarios del jueves 16 de junio de 1955. Ese día, a las 12.40, 29 aviones de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo, la Casa de Gobierno y la residencia presidencial donde hoy se alza la Biblioteca Nacional. Los pilotos lanzaron unas diez toneladas de bombas con el propósito de matar a Juan Domingo Perón, el presidente que había sido reelecto en el 1951 con el 68 por ciento de los votos y que salió sano y salvo porque se refugió en los sótanos del Ministerio de Ejército. Final menos feliz hallaron más de 300 personas que dejaron la vida en la Plaza de Mayo y varios cientos que resultaron heridos.

Para ese 16 de junio estaba previsto un desfile aéreo en desagravio a la bandera que había sido quemada frente al Congreso cinco días antes, cuando la procesión de Corpus Christi, prohibida por Perón, reunió a unas 250 mil personas. El plan, al frente del almirante de Infantería de Marina Samuel Toranzo Calderón, consistía en bombardear la Casa de Gobierno y el Ministerio de Ejército. La Infantería de Marina iba a avanzar para tomar la Rosada con el apoyo de grupos civiles apostados en la Plaza. Se había previsto la toma de Radio Mitre y de la Central de teléfonos para difundir la proclama revolucionaria.

"Con la perspectiva actual, fue un acto de locura. Bombardear una casa para matar a una persona que presumiblemente está dentro es un disparate -cree Isidoro Ruíz Moreno, miembro de la Academia Nacional de la Historia y de las Ciencias Políticas y autor de La revolución del 55-. Lo que explica el momento es el clima que se vivía. Es como hablar de las Cruzadas sin conocer el sentido místico de la Edad Media. Se vivía un estado de guerra interno." Ese jueves, el mal tiempo conspiraba pero el aviso según el cual el ministro de Ejército, general Franklin Lucero, había sido advertido de que iba a estallar una rebelión contra el gobierno hizo despegar igual a los aviones de la base de Punta Indio, que no contaron con la adhesión del Ejército esperada. Mientras tanto, civiles armados eran convocados por la CGT para dar la vida por Perón. "Hubo trabajadores peronistas en la defensa del gobierno que avanzaron sobre el Ministerio de Marina, luego de la convocatoria del secretario general de la CGT, Hugo Di Pietro -dice María Estela Spinelli, profesora de historia argentina contemporánea e investigadora del Instituto de Estudios Histórico Sociales (IEHS)-. Según el historiador estadounidense Arthur P. Whitaker, algunos recibieron armas que repartió la Alianza Libertadora Nacionalista y otros se armaron con palos. Ellos constituyeron la mayor parte de las víctimas civiles. Aníbal Olivieri (el ministro de Marina de Perón que no estuvo entre los promotores del alzamiento pero se quedó con los hombres de su fuerza y fue el que pidió la rendición) hizo alusión a los grupos civiles que habían sitiado el Ministerio de Marina y amenazaban incendiarlo, pero dijo que era gente del hampa y que, desde adentro, los marinos tiraron a matar. En mi interpretación, habla de estos grupos movilizados por la CGT y de la Alianza Libertadora. También hay un discurso de Perón donde pide a sus partidarios que no reaccionen: ´La lucha debe ser entre soldados´, les dijo. Aquí me surgió la idea del fatídico 16 de junio en que estalló en la Argentina la guerra civil, porque las víctimas no sólo fueron espectadores o transeúntes. Hubo partidarios del gobierno que fueron a luchar. ¿Las causas? Hay que buscarlas en el quiebre político y social producido por el peronismo en la sociedad, con la inclusión de las masas."

Para Daniel Cichero, autor de Bombas sobre Buenos Aires, "las bombas de junio del 55 marcaron un comienzo en el uso de medios militares sobre objetivos civiles. Aunque algunos de los pilotos sigan considerando que atacaron un puesto de mando militar, las listas de víctimas hablan claro sobre quiénes llevaron la peor parte -dice -. El grupo motor de marinos liberales venía conspirando desde fines del 53, pero su organización se extendió al Ejército a través de la dirigencia nacionalista, una vez que detonara el conflicto con la Iglesia. En ese espacio político abierto de improviso convergieron figuras tan disímiles como el socialista Américo Ghioldi, el radical (Miguel Angel) Zavala Ortiz, el conservador Adolfo Vicchi, Mario Amadeo y Pablo Pardo, de la militancia católica. Ellos también , de alguna manera, arrojaron las casi 15 toneladas de bombas." A la tarde, cerca de las 18, los marinos se dieron cuenta de que era inútil seguir resistiendo. Los pilotos aterrizaron en Uruguay y, con el compromiso de rendirse al Ejército y no al pueblo -para evitar ser linchados-, se entregaron. "Los militares que huyeron al Uruguay fueron dados de baja y se reintegraron después del golpe de septiembre. Un hito fundacional en nuestro largo camino a través de la impunidad", dice Cichero.

La noche del 16, como represalia, se quemaron la Curia, la Catedral y ocho iglesias. Habría que esperar 90 días para que el fallido intento de golpe de estado trepara al carro de la victoria de la llamada Revolución Libertadora.

Máximo Rivero Nelly - Piloto que participó en los bombardeos

"Era un hecho necesario"

La noche del 15 de junio del 55, Máximo Rivero Kelly, el joven que había llegado a la base de Punta Indio como guardia de marina y llevaba seis meses en su nuevo puesto de teniente de corbeta en segundo grado, se fue a dormir sabiendo que al otro día rociaría sobre la Casa Rosada dos bombas de 50 kilos de trotyl. Se lo habían dicho después de cenar, en la biblioteca.

Había cumplido los 23 y la misión no le quitaba el sueño: "No me acuerdo bien cómo dormí. Pero debe haber sido con la actitud de la acción, como si uno tuviera una regata importante al día siguiente, un partido de fútbol, de tenis, de rugby o de lo que sea", dice Rivero Kelly hoy, 50 años después de que su retrato apareciera en los diarios entre las caras de la veintena de hombres de la fuerza naval y de la aeronáutica que realizaron el bombardeo.

¿Se sentía un héroe? Héroe no, pero sí creía que iba a ser protagonista de un hecho necesario e indispensable y que no se podía hacer de otra forma. Más que los hechos en sí -que hay un montón de libros que los describen de un lado y del otro-, lo más importante creo que es cómo se vivían las cosas en ese momento. Rivero Kelly, que fue número dos de la Armada durante el gobierno de Raúl Alfonsín y se retiró cuando asumió Carlos Menem, insistirá en que "el que no ha vivido la falta de libertad no se da cuenta de que daña al hombre en sí mismo, porque es su esencia. El gran drama de la época de Perón fue la ausencia de libertad". Para el marino, había motivos válidos para el ataque: "La razón fue justa. No sé si los medios fueron los correctos, pero desencadenó que el gobierno peronista cambiara".

¿Cuándo supo del plan? Unos seis meses antes, quien era mi comandante me llamó a su cuarto -nosotros le decíamos camarote-, donde vivía en la Casa de Oficiales, y me cuenta qué era lo que se estaba planeando.

¿Qué le dijo? Que se estaba planeando un golpe de estado para sacar a Perón.

A los 23 años, ¿qué pensó? Que era necesario y yo iba a adherir completamente. En ese momento, uno era más romántico.

¿Pudo decir que no? Podría haber dicho que no, por supuesto.

Pero no lo hizo. El 16 de junio de 1955, el teniente de corbeta Máximo Rivero Kelly cargó en el bolso del paracaídas el bremer lindísimo que se había comprado en Inglaterra y se subió a su avión North American (NA). "Teníamos que salir a las 8. Estábamos en una zona de mucha neblina y todo se domoró. Creo que salimos a las 10.45 hacia Buenos Aires", dice. ¿Dónde soltó bombas? Creo que bombardeé la Casa de Gobierno y fui atacado por los Gloster que derribaron a un avión sobre el puerto de Buenos Aires.

¿Cuántas bombas tiró? Los aviones tenían dos bombas.

¿Tiró las dos? Supongo que sí. Todas la bombas cayeron dentro de la Casa de Gobierno, eso es lo que sabemos. Y de todas las cifras que recibí, entre heridos y muertos del 16 de junio, creo que fueron 113. Hablaban de miles. En la Plaza de Mayo no había nadie. Nosotros teníamos órden de bombardear en picada. El único accidente con civiles que hubo fue un avión que bombardeó horizontal. Largó las bombas y una cayó en un trolebús. Me acuerdo de eso porque ahí se murió la novia de un amigo mío. Pero debieron haber muerto 20 personas. Fue lo único fuera de la Casa de Gobierno. El resto, según lo que nos contaron después, fue que estuvieron varios días sacando polvo de ladrillo rosado, pero eran bombitas así.

Dice así con las manos y da la idea del tamaño de una sandía. "Nunca fue una acción militar. Eran bombas de 50 kilos de trotyl. Yo creo que fue una acción psicológica fuerte sobre el centro del poder", dice.

Pero hubo muertos. No fue pensada como una acción psicológica. Yo diría que el que la pensó, pensó en una acción militar que desencadenara todo lo que vino.

¿El objetivo no era matar a Perón? Es imposible matar a Perón con un bombardeo. Fue una operación psicológica porque como operación militar, no se puede tirar bombitas así.

¿Nunca se arrepintió de haber participado? No. Además, a posteriori de la revolución, todos querían ser amigos nuestros porque estábamos en el bando de los ganadores.

El 16 de junio, Rivero Kelly aterrizó en Uruguay. "Como Napoleón (después de su destierro en la isla de Elba), estuve 100 días allí. El gobierno uruguayo nos dio cédula de identidad, un traje, una camisa, un piloto. Nos vistió completo y nos largó a la ciudad", cuenta el marino que vivió en el hotel Plaza Ramírez de Montevideo, gracias a los fondos que sus padres le hacían llegar desde Buenos Aires.

"Volvimos en septiembre -sigue-. Mire, cuando Perón se va a Paraguay, se va en un hidroavión, en un Catalina paraguayo. El se había refugiado en una cañonera en reparaciones que estaba en los talleres nuestros. Cuando Perón se va, había dos aviones caza que lo escoltaban."

Rivero Kelly piloteaba uno: "Cuando estamos llegando a Asunción, sale un DC3 a recibir al avión de Perón. Después me entero que el piloto de ese avión era (el dictador paraguayo Alfredo) Stroessner. Teníamos orden de que no se acercara nadie."

Operado del corazón y padre de siete hijos, Rivero Kelly atrajo las miradas en los años 80, cuando hizo algo parecido a un mea culpa público. Bajo el título Reflexiones de un marino, escribió una carta en marzo del 87 que fue publicada por el diario La Nación: "Empezamos a creernos calificados y con derecho para defender o atacar ideas, concepciones, modalidades, prioridades, o sea, sintéticamente, para juzgar y por tanto condicionar a los gobiernos -decía la carta sobre el rol de la Armada-. Pero nuestra propia simbiosis nos fue llevando a creer que también podíamos intervenir para hacer mejor algo que creíamos que no se hacía bien." Al tiempo debió presentarse ante la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia por una causa donde se investigaban violaciones a los derechos humanos en la base Almirante Zar, de Trelew. Se trató del primer caso de un oficial en actividad de esa jerarquía que debió presentarse ante la justicia civil para responder sobre violaciones a los derechos humanos cometidas para combatir la subversión. En julio del 87 fue desprocesado: la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia resolvió aplicar los beneficios de la ley de obediencia debida.

Cincuenta años después del 16 de junio, ¿hubiera hecho lo que hizo? Ahora no, las cosas son diferentes. Pero situado en el contexto de esa época, las cosas que pasaban y en la forma de resolver los problemas, sí. La democracia no es democracia si no hay alternancia.

Bernardo Gwiazda - Conscripto del Batallón 4 de Infantería de Marina

"No tiré ni un tiro"

Nadie en el Bata Cuatro -como llamaban el Batallón 4 de Infantería de Marina- se lo tomó en serio cuando, un mes antes del 16 de junio del 55, a los colimbas les cambiaron los fusiles Remington de 1898 que usaban para la instrucción por unos belgas, semi automáticos. Bernardo Gwiazda, conscripto clase 34, bendecido con el 911 -número alto que le aseguró una bancante de dos años en la Marina-, hijo de inmigrantes polacos, hincha de Racing y por entonces estudiante de Ingeniería, no fue la excepción. Ni siquiera se enteró de lo que sus superiores habían pensado para él: tomar la Casa de Gobierno a punta de fusil mientras llovían bombas sobre la Rosada. "El servicio militar se hacía a los 20. Salí del Otto Krause y pasé un año sin poder trabajar. Nadie te daba empleo porque después te lo tenía que mantener durante el servicio militar -cuenta Gwiazda, mientras prepara la escena que lo tuvo como protagonista sobre una servilleta de bar en la que no faltan la Plaza de Mayo y los edificios que la rodean-. Los conscriptos de la Marina de Buenos Aires entraban a la ESMA, donde nos daban una instrucción y nos repartían. Fui a parar al Comando de Infantería de Marina y de ahí, al Batallón 4, que era casi una condena.Tenía que ser un cuerpo de excelencia militar. Estaba en Dársena Norte y su cercanía a la Casa Rosada le otorgaba importancia estratégica."

En el Bata Cuatro, el franco peligraba por el solo hecho de no llevar el broche del uniforme lustado del lado de adentro y el mejor momento del día era, sin duda, la hora del mate cocido.

¿Cómo se vivió el 16 de junio allí? Había tenido guardia, estaba dormido. Lo raro fue que hubo que formar anticipadamente. La gran extrañeza y conmoción fue que había que ir a la armería y sacar cada uno su arma. Pero esta vez, con munición de guerra.

¿Nunca lo habían hecho? Jamás. A lo sumo de fogueo.

¿Nadie preguntó por qué? No. Hasta los cabos tenían cierto grado de perplejidad. No todos debían estar informados. Salimos camino al Ministerio de Marina y no sé si llegamos, pero volvimos al batallón. Al rato, volvimos a formar y a armarnos. Presumo que tenía que haber cierta sincronía con la aparición de los aviones. Entramos al Ministerio de Marina por el portón lateral de la ex Cangallo.

Fue un comandante quien les dirigió la palabra. Frente a ese tumulto de uniformes verdes desconcertados dijo que había que pelear por la Patria y por el comandante. "´¿De qué me está hablando?´, pensaba yo -dice-. Volvimos a cargar los camiones y ahí escuchamos los bombazos. Ya la cosa tomaba un cariz de desconcierto y temor".

¿Qué le pasaba por la cabeza? Quería entender lo que sucedía. Creo que el único que sabía dónde íbamos era el camionero porque estacionó con la culata contra la Rosada para que bajemos, pero nos empezaron a disparar desde adentro. En una carta de lectores que mandé hace años a un diario puse que saltamos del camión hacia la lotería de la muerte.

Con apenas cinco meses de instrucción militar, Gwiazda bajó del camión y empezó a correr. "Me refugié detrás de coches de un estacionamiento -cuenta-. Pero no hubo un combate feroz. Nosotros no tirábamos. ´¿A quién le tengo que tirar?´ ´¿A un muchacho como yo que está del otro lado?´ ´¿Por qué?´, pensaba. Después vi soldados que venían avanzando desde el Ministerio de Hacienda."

Disparó? No tiré ni un tiro. No tenía miedo pero estaba pensando qué decisión tomar. Golpeé con desesperación las puertas de costado del Ministerio de Marina. Alguien se apiadó y abrió. En un momento yo estaba tirado en un pasillo y alguien estaba buscando un apuntador como yo, que era el que tenía un fusil ametralladora."

Gwiazda miró para otro lado. Esa noche la pasó allí: "Conseguí un chocolate y un colimba amigo con quién me sigo viendo, cebolla. Cenamos cebolla con chocolate. El comandante de la Infantería de Marina era (Benjamín) Gargiulo y en el medio de la noche se escuchó un tiro. Al rato vino la versión de que se había suicidado. Al otro día, nos mandaron al calabozo civil."

Sin argumentos, el batallón fue castigado mientras a la novia -hoy esposa- de Gwiazda un funcionario le decía: "Mire, acá en la lista no está. O está desaparecido o está muerto".

El Bata Cuatro fue desmembrado y sus integrantes dispersados. A Gwiaza lo mandaron a la isla Martín García "a cuidar presos".

"Había una expresión de Borges que decía que la tradición es esa forma de memoria y de olvido. Yo definiría a la historia como esa forma de memoria, de olvido y de ficción -agrega-. Porque cada uno la relata para que, de alguna manera, el mito le ayude con su visión de la historia. No quiero decir que sea en todos los casos intencionalmente deformada sino vocacionalmente creída. Es muy breve el tiempo histórico en que lo testimonial puede confrontar con la leyenda. Por eso trato de relatar los hechos en los que participé."

Héctor Belloti - Vendedor

"Me impactó la crueldad"

"Hoy va a pasar algo", pensó Héctor Bellotti cuando salió de su casa, en Humberto I al 1.400. Todavía no eran las ocho de la mañana del 16 de junio del 55.

"Era uno de esos días oscuros, con mucha niebla y silencio en las calles", recuerda este señor de abundante cabellera que no tuvo pereza en viajar desde su casa, en la localidad de 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires, hasta la Plaza de Mayo porteña para recordar lo que vio aquel jueves de luto.

"Tenía 25 años, estaba casado e iba a ser padre de mi primer hijo, Sergio, que es director de cine (Sudeste, La vida por Perón)", empieza Bellotti, que ese 16 de junio se bajó del tranvía en Piedras e Hipólito Yrigoyen. Trabajaba en una importadora de artículos de ferretería a dos cuadras de la Plaza de Mayo.

"Cuando llegué a la empresa me dijeron que un cliente de La Boca había llamado. Era horrible ir justo ese día tan feo a La Boca -recuerda-. Antes de salir a visitar al cliente, pasé por el bar que había en Perú y Avenida de Mayo. Y demoré. Me puse a leer el diario, a tomar café y a demorar porque no quería ir a La Boca." Finalmente cruzó la Plaza de Mayo y se tomó el tranvía.

"Cuando llegué, la gente estaba alterada. Me preguntaban: ´¿De dónde venís?´ ´¿Cómo hiciste?´ ´¿Qué tomaste?´ ´¿No te pasó nada?´. Empecé a pensar en mi mujer, Mabel, que estaba embarazada de cuatro meses y trabajaba en Molinos Río de la Plata, ahí cerca", cuenta Bellotti.

Cuando quiso regresar al barrio, ya no circulaban tranvías ni trolebuses: "Me paré en el medio de la avenida Almirante Brown y le hice señas a un furgón. En ese instante pasaban aviones Gloster y se escuchaba el tableteo de ametralladoras que iban bajando por Plaza de Mayo", repasa.

En su recuerdo, la gente salía a los balcones a ver qué sucedía "hasta que un Catalina pasó en vuelo rasante y no quedó ninguno afuera"- y sobre algunas avenidas, militantes de la CGT detenían a los trolebuses y los atravesaban para que nadie avanzara.

Bellotti encontró a Mabel en la puerta de su casa. Almorzaron con sus suegros y, en cuanto encontró una coartada, el hombre rumbeó para la Plaza. "Mi suegro tenía una hermana mayor que vivía sola en Tacuarí y Alsina. Cuando dijo: ´¿Cómo estará Cacha?´ Le dije: ´Vamos, yo lo acompaño´", dice Bellotti recreando diálogos.

¿Por qué insistía con volver a la Plaza de Mayo? La Plaza fue mudo testigo de 200 años de historia argentina. Desde French y Beruti para acá. Yo quería saber cómo era que se estaban atacando entre argentinos. Me impactó la crueldad. Era guerra. Los otros golpes de estado que yo había conocido habían consistido en gente marchando con una cornetita. Porque a la Casa Rosada la habían tomado en el 43 sin disparar un tiro.

Doña Cacha estaba bien, siguiendo los acontecimientos por Radio Colonia. "Bajo un minuto", le dijo Bellotti a su suegro. "No se pierda", recibió como respuesta. Durante las dos horas siguientes, Héctor Bellotti caminó en medio del horror: "Resbalando entre los vidrios llegué hasta la Recova. Había chicos jóvenes que se metían entre los soldados porque había dos trolebuses despanzurrados por las bombas que adentro tenían heridos -cuenta-. Yo no atiné a hacer nada por nadie. Ese día hubo mucha gente que no jugó al héroe. Las ambulancias no podían bajar hasta Leandro N. Alem. Quedaban en Balcarce. La gente subía los heridos barranca arriba."

Cuando empezó a volver, era de los pocos que caminaban en sentido contrario a las columnas de obreros que se desplazaban hacia la Plaza: "Venían cantando y vivando a Perón. Son imágenes que no se me borraron más."

Roberto Atilio- Fotógrafo

"La gente corría y era ametrallada"

El 16 de junio del 55, Roberto Atilio caminaba por la calle Chile con cuatro compañeros -Pérez, Casarín, Vitorel y Tercic-, todos alumnos de tercer año del Colegio de Transportes de Buenos Aires, que estaba en Boedo e Independencia. Venían del velódromo, donde entrenaban martes y jueves para una competencia estudiantil que se iba a realizar en septiembre. Tenían 15 años y aún masticaban bajito la idea de ratearse del turno tarde para darse un paseíto por La Boca.

"Caminábamos por Chile pero se notaba algo raro en el ambiente -recuerda Atilio, detrás del escritorio de su estudio fotográfico de Villa Urquiza-. Empezaron a pasar aviones rasantes y escuchamos tableteo que después supe que era de ametralladoras. La gente corría y gritaba: ´Mataron a Perón´. A mí me corrió un escalofrío."

¿Por qué se quedó? No lo podía creer. Sentí pavor, después curiosidad y más tarde puteábamos por lo que veíamos.

¿Qué vio? Nos fuimos arrimando hasta que llegamos al Cabildo. Lo que vi directamente fue gente que corría por la Diagonal y era ametrallada. No eran partícipes de un acto ni de una concentración. La imagen más patente era un auto incendiado. Había gente tirada en todos lados. Nos quedamos detrás de las columnas. Cuando vimos que empezaba a llegar gente armada me dio más miedo que el ruido de las bombas. Un camión de la Municipalidad bajó a mucha gente en la Plaza y le pedimos que nos llevara. Nos dejó en Chacarita. De ahí, haciendo dedo, llegué a mi casa. Conté todo y me puse a llorar."

Atilio adjudica a los bombardeos del 16 de junio su temprana vocación por la fotografía: "Ese día supe que, de ahí en más, iba a querer registrar todo lo que viera. Porque aquello fue a mansalva -asegura-. Siempre consideré que el 16 de junio no fue dado a conocer con la magnitud que se vivió. Parece que en la actualidad ese acontecimiento no hubiera existido. Aunque de mi memoria no desaparecerá jamás."

Andrés López - Custodio de la residencia de Perón

"Yo les disparé a los aviones"

"Soy un orgulloso suboficial mayor retirado del glorioso Ejército Argentino -se presenta Andrés López, el hombre que estaba a cargo del destacamento militar de la residencia presidencial de Perón, en ese entonces el palacio Alzaga-Unzué, en Libertador y Salguero-. Estaba a las órdenes directas del general Perón."

El 16 de junio del 55, Perón dejó la residencia minutos antes de la seis de la mañana. "Todos los días salía entre las seis menos cinco y las seis y cinco", dice López que, cuando fue notificado de los bombardeos a Plaza de Mayo, decidió: "Me voy a quedar acá como si Perón estuviera adentro."

Tenía cuatro suboficiales y veinte soldados a cargo: "Salí a la terraza del chalet con nueve hombres y el sobrino del general Perón, Mario Antonio Perón, que vivía con el General. Le di una pistola PAM y disparé a los aviones." Según su relato, la residencia fue bombardeada tres veces: "Una bomba pegó contra el paredón de la Plaza Francia y no explotó. Otra cayó en Gelly Obes y Plaza Francia y mató a un barrendero y a una empleada doméstica que estaba en un balcón -enumera López-. Abrí fuego libre. Tirábamos luminosas perforantes. Después cayó otra bomba más en Pueyrredón y Las Heras y dañó algunas casas."

La siguiente reunión de gabinete se hizo en la residencia. "Perón me mandó llamar y me agradeció frente a todos los ministros", recuerda López con orgullo. En el living de su casa, dos perfiles en bronce de Evita y de Perón coronan el cristalero.

Días después del ataque, el Presidente convocó al custodio en el garage de la residencia. "Me dijo: ´López, quiero darle una atención por su cumplimiento del deber durante los bombardeos. Elija´ -cuenta que fueron las palabras de Perón frente a unas motos último modelo-. Y el mismo General dijo: ´Si tuviera que elegir, elijo la roja. Elija´". "La roja", obedeció López y se llevó una JAVA 500 que le había traído a Perón una comitiva checoslovaca.


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